Y tenemos
al primer personaje de la Navidad. El ángel Gabriel. El anuncio del ángel a una
virgen, María, desposada con un varón de la casa de David, marca el inicio de
los acontecimientos. El ángel se presenta ante ella, y la saluda: “Salve, llena
de gracia, el Señor es contigo”. María se turbó y pensaba ¿Qué saludo es éste?
¿Qué quiere decir? A continuación el ángel le da todas las explicaciones de la
Anunciación. El enviado de Dios cumple
con la misión encomendada por el Altísimo de anunciar el misterio y la grandeza
de la Navidad.
El segundo
personaje es la propia Virgen María. Y todo cuanto le dice el ángel le tiene
que parecer, en principio, incomprensible.
¿Qué
pasaría por la mente de María? ¿Qué misterio es éste de concebir sin conocer
varón? ¿Quién se lo puede creer? ¿Quién se lo va a creer? Tuviera María dudas o
no, lo importante es la ACEPTACIÓN. Ella acepta sin rechistar, sin poner pegas, sin
saber cómo se iba a producir ese “milagro”.
“He aquí la
esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra.”
Y María
acepta. Acepta sin condiciones. Acepta con todas las consecuencias. Y a pesar
de su aceptación seguirían las dudas… ¿qué pensará mi esposo José? ¿me va a
creer? Porque, en la época actual, puede suceder que una mujer con inseminación
artificial llegue a concebir pero… ¿hace más de dos mil años?
Y dice San
Mateo: “José, su esposo, siendo como era justo, no quiso denunciarla y resolvió
repudiarla en secreto.” Ya tenemos nuestro tercer personaje: José, un hombre
bueno, que no quería exponer a María a público escarnio, a la vergüenza
pública, y toma la decisión de dejarla en secreto. Decisión que no lleva a
efecto porque un ángel de Dios se le aparece en sueños para decirle que no
tenga recelos en recibir a su esposa María porque lo que se ha engendrado en su
vientre es obra del Espíritu Santo. Y le dice: “Así que parirá un hijo a quien
pondrás por nombre Jesús; pues él es el que ha de salvar a su pueblo y librarle
de sus pecados.” Y José, cuando se despierta, hizo lo que le mandó el ángel del
Señor, y recibió a su esposa María.
José tuvo CONFIANZA en los designios de Dios que le transmitía su ángel. Y así se
cumplió lo que dijo el profeta Isaías: “Sabed que una virgen concebirá y parirá
un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel que traducido significa Dios con
nosotros”.
¿Y nosotros? ¿Tenemos confianza? ¿Somos
receptivos a las llamadas que Dios nos hace? ¿Confiamos en sus mandatos? O
quizá nos resulta más fácil vivir el día a día y no implicarnos en nada. Hay
mucho trabajo que hacer y pocos obreros, se necesita mucha mano de obra y los
laicos estamos llamados a la colaboración en nuestras parroquias, no lo
olvidemos.
Poco
después María visita a su prima Isabel. Nuevos personajes. Dos mujeres
embarazadas por los designios de Dios. Isabel, de edad avanzada, estéril, que
también había sido bendecida por Dios para ser madre de Juan el Bautista, el
precursor del Mesías. Y María para ser madre de Jesús, el Hijo de Dios. Y estos
dos personajes, Isabel y Juan, al sentir la llegada del Mesías, todavía en el
vientre de su madre María, muestran su alegría: Juan en el vientre de su madre
dando saltos de placer y júbilo, e Isabel se llena del Espíritu Santo y
proclama: “¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de
tu vientre! Y ¿de dónde a mí tanto bien que venga la madre de mi Señor a
visitarme?”
Muestran su
ALEGRÍA Y RECONOCIMIENTO. Alguien tuvo que inspirar a Isabel para que
pronunciara tan bellas palabras cuando llama bienaventurada a María. La llama
bendita y reconoce el fruto que lleva en su vientre como el Señor.
María se
quedó unos tres meses ayudando a su prima. SERVICIO.
Isabel, de
edad avanzada, necesitaba ayuda y María se la presta en estos primeros meses de
su gestación. Siempre está dispuesta a servir.
¿Y nosotros?
¿visitamos y servimos? Hay muchas personas que necesitan nuestra visita y
nuestra ayuda: amigos que hace tiempo que no contactamos con ellos y pueden
necesitarnos; personas solitarias que ya no tienen familiares que les acompañen y que reduzcan un
poquito su soledad; enfermos, que sufren su enfermedad con más o menos
resignación y que necesitan un aliento, una llamada, una visita…
Gracias a
un edicto de César Augusto que mandaba empadronarse a todo el mundo en la
ciudad de su estirpe, se cumplió la profecía de Miqueas: “Y tú, ¡oh Betlehem
llamada Efrata!, tú eres una ciudad pequeña respecto a las principales de Judá;
pero de ti me vendrá el que ha de ser dominador de Israel, el cual fue
engendrado desde el principio, desde los días de la eternidad.”
Así que
José, que era de la casa de David, y su esposa María, tuvieron que marchar
desde Nazaret en Galilea hasta Belén de Judea para empadronarse. Camino,
camino… ¿qué irían pensando o hablando en el camino? Ir ahora a Belén, sin
familia, sin amigos, próximo el alumbramiento… Y en aquella época no tenían
vehículos para desplazarse como hoy en día, ni carreteras asfaltadas. Una mujer
embarazada a lomos de una mula, casi sin fuerzas, y su esposo andando al lado…
camino de Belén. Camino de humildad, camino de servicio, camino de pobreza,
camino… de amor y de esperanza. Hoy en día hay muchas personas que se desplazan
igual, aunque no vayan a empadronarse, simplemente buscando un mundo mejor que
el que tienen en sus países de origen. ¿Les ayudamos a recorrer el camino? ¿Estamos
dispuestos a acogerles, a integrarles en nuestra sociedad o en nuestro
ambiente?
Y llegando
a Belén no encontraron posada.
No
encontraron sitio. Si vinieran hoy… ¿lo encontrarían? ¿abrimos nosotros nuestros
hogares, nuestras casas, nuestros corazones para que habiten junto a nosotros? Desplazados
del entorno en el que vivían, como hoy en día con los miles y miles de
desplazados o de refugiados, ¿les acogemos? ¿preparamos nuestras “posadas” para
que puedan refugiarse?
Tenemos y
debemos hacer un alto en los preparativos materiales que hacemos en estas
fechas en nuestros hogares. Parar un momento de tanto adorno, tanta comida, tanto
regalo, y preparar nuestros hogares, nuestros corazones, para la llegada del
Niño Dios.
“Y el Verbo
se hizo carne, Y habitó entre nosotros.”
Y estando
en la búsqueda de algún lugar para pasar la noche, a María le llegó la hora del
parto. Encontraron un humilde establo donde pudieron guarecerse y allí parió a
su Hijo, envolviéndole en pañales y recostándole en un pesebre. Y aquí nos llega el personaje central de la
Navidad. Jesús niño, pobre y humilde, el Mesías, el Señor, el Salvador. Y como
decía la sevillana, qué buen ejemplo nos dio, que siendo el rey de todo el
mundo en un pesebre nació. No eligió nacer en el seno de una familia poderosa,
rica o noble. Qué va. Nació en una familia humilde, trabajadora, honrada,
sencilla, pobre, que en muy poco tiempo tuvieron que asumir y aceptar tantas
sorpresas y tantos cambios en sus vidas.
Y esto es
la Navidad: el nacimiento de un Niño que es Dios y es humano, esta es la gran
alegría para la humanidad. Dios está con nosotros.
El
siguiente personaje en realidad es un grupo: los pastores. Dice San Lucas: “Había
en la región unos pastores que pernoctaban al raso, y de noche se turnaban
velando sobre su rebaño. Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del
Señor los envolvía con su luz, quedando ellos sobrecogidos de gran temor.
Díjoles el ángel: No temáis, os traigo una buena nueva, una gran alegría, que
es para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, el
Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontraréis un niño
envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.”
¿Cómo se
quedarían los pastores tras oír el cántico de los ángeles?: “Gloria a Dios en
las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”… ¿qué pensarían?
¿nos están tomando el pelo? Con lo calentito que se está junto a la hoguera
¿vamos a buscar un lugar desconocido, pasando frío? Menos mal que algunos
pastores sensatos dirían… “vamos a comprobarlo”. Y tras ver que era cierto
cuanto les había dicho el ángel, tras ver a María, a José y al Niño, después de
adorarle, se volvieron glorificando a Dios.
¿Y
nosotros? ¿Nos lo creemos? ¿Vamos corriendo a comprobar si Jesús ha nacido en nuestro corazón, en nuestro
hogar? ¿O preferimos quedarnos al calorcito de la lumbre y que sean otros los
que descubran al Niño?
El ángel
que vino a anunciar la buena nueva… ¿a quiénes se dirigió? No fue a la plaza
del pueblo, ni a los palacios, ni a las posadas, ni a los ricos, ni a los
poderosos. No. Fue a comunicárselo a un grupo de hombres sencillos, pobres,
humildes, trabajadores. El Niño Dios nace en una familia humilde, los primeros
en saberlo son personas humildes, pobres. Ellos son los primeros que le ven, los
primeros que se emocionan, los primeros que le adoran, y se fueron glorificando
y alabando a Dios.
“María
guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón.” Si lo pensamos fríamente… ¿qué
pasaría por la mente de María? ¡Cuántos acontecimientos en unos meses! Anunciación.
Embarazo de su prima Isabel. Embarazo de María. Visita a Isabel. Nacimiento de
Juan. Vuelta a Nazaret. Desplazamiento para empadronarse. Nacimiento de Jesús.
Y ahora todos estos pastores. ¡Cuántas cosas maravillosas han sucedido con este
Niño! Hijo del Altísimo según el ángel, y reinará en la casa de Jacob por los
siglos, y su reino no tendrá fin.
Nosotros
debemos recibir la buena nueva con la mente abierta, receptiva. Y adorar y amar
al Niño sin condiciones. Y glorificar y alabar a Dios, como los pastores,
emocionados.
“Llegaron
del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos
que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a
adorarle”. Nuevos personajes. Unos magos, hombres sabios, que vienen desde
lejos, guiados por una estrella, a adorar a un rey, desconocido para ellos, que
acaba de nacer. Menos mal que les guiaba una estrella porque si no hubiera sido
así… ¿dónde habrían buscado? ¿en algún palacio?
Porque buscaban al rey de los judíos, y un rey,
normalmente no vive en los suburbios. Y fueron a Belén siguiendo la estrella
que se paró en el lugar, un establo, donde estaba el Niño con María y se
arrodillaron ante Él y le adoraron. Le ofrecieron sus regalos: oro como rey,
incienso como Dios y mirra como hombre.
La
revelación a los magos tuvo que ser muy importante para reunirlos y para recorrer
el camino entre sus países de origen y Belén. Y traer cada uno los regalos
específicos para el Niño. Ellos se dejaron guiar por la estrella y pudieron
llegar al final de su viaje, cumplir la misión que se habían impuesto de ver y
adorar al Niño rey. Y no hicieron caso a las peticiones del rey Herodes, ¡de todo
un rey!, que quería información sobre el Niño, y no para adorarlo precisamente.
Y habiendo recibido un aviso en sueños se volvieron a sus países de origen por
otro camino distinto sin avisar a Herodes.
Nosotros
también debemos dejarnos guiar por las estrellas que aparecen en nuestro
camino, en nuestra vida, por los avisos que se nos vienen sin que nos demos
cuenta, y cumplir nuestra misión como cristianos. El amor a Dios y a los demás
debe ser nuestra meta.
Y esta es
la Navidad. Unos días en los que estamos especialmente dichosos y felices por
la alegría del nacimiento de Jesús. Y ese ambiente de Navidad debemos tenerlo
todos los días del año. Jesús tiene que nacer a diario en nuestros corazones.
Debemos estar receptivos, abrir nuestro corazón a su llegada, acoger su Amor y
repartirlo entre los hermanos.
Abrirnos
para que entre en nosotros y no nos deje nunca. Ser cada uno el pesebre donde
Jesús nace día a día, y ahí que crezca y nos llene de Amor para después compartirlo.
A Jesús no tenemos
que ir muy lejos para encontrarlo. Está aquí en medio de todos nosotros que
estamos reunidos en su nombre y está ahí detrás en el sagrario. Y está en los
parados, en los hogares humildes, con los pobres, con los necesitados, con los
emigrantes. Ayudemos a los hermanos necesitados y estaremos recibiendo al niño
Jesús realmente.
Vivir en
cristiano exige que tengamos coherencia entre nuestra fe, nuestras creencias y
lo que vivimos. No podemos creer en una cosa y vivir y practicar otra bien
distinta.
Y es en este
aspecto donde las Hermandades y Cofradías tienen que ser ejemplares, como lo
son. Ya no se limitan a las actividades durante la Semana Santa. Su labor es
continua a lo largo de todo el año, pero es en esta época navideña cuando se
manifiesta de una forma especial su compromiso con los más necesitados. Todas
las cofradías con la Junta de Cofradías al frente redoblan sus esfuerzos para
ayudar a las familias más humildes. Os animo y me animo a seguir en esa línea
dando ejemplo como cristianos.
Con la
esperanza de que todo esto se cumpla, queridos amigos, os deseo una Feliz y
Santa Navidad.